Bailarina
EL TÍTERE
Vivimos convencidos de que somos dueños de nuestros pensamientos y acciones. ¿Realmente es así?
Somos seres sociales y, como tales, necesitamos formar parte de un grupo. Buscamos amigos o gente que piense igual que nosotros para enriquecer nuestras vivencias o simplemente para pasarlo bien.
Nuestro primer contacto con la sociedad ocurre a través de la familia. Los padres, los hermanos, abuelos, tíos y primos son los que moldean nuestra actitud en la vida: pueden transmitir que somos inteligentes y únicos, o nos enseñan ser del montón. Ellos son los que ajustan nuestra escala de valores del bien y del mal. La vida será más fácil si nos ha tocado una familia acomodada, pero será difícil escapar de la pobreza y marginalidad.
Más tarde, tendemos a elegir amigos entre lo que hay. Tenemos pocas opciones: o intentar congeniar con alguien o estar solo. La forma de ver la vida de nuestros amigos tiene impacto en nuestra personalidad; llegamos a compartir sus gustos, su forma de ser. Y esto es recíproco, preocupándonos por ellos, tendemos a influir en sus decisiones.
La responsabilidad de educar e inculcar valores tradicionalmente se comparte entre la familia y el colegio. Los profesores intentan abrir las puertas al conocimiento, al pensamiento crítico. Es difícil conseguirlo cuando el niño está preocupado por las circunstancias de su familia o tiene hambre.
La sociedad de un pueblo o una ciudad, o del país en general, ejerce su influencia en nosotros. Nos enorgullece formar parte de ello o queremos escapar en cuanto nos surge la oportunidad.
Algunos se preocuparán solo por su vida y otros soñarán con cambiar el mundo, hacerlo un poco mejor para los suyos y los demás.
Los medios de comunicación son las herramientas de contacto y de manipulación bastante eficaces, capaces de encaminar la opinión social en una dirección deseada.
Somos libres de elegir nuestras fuentes de información, pero una vez más, la elección está limitada a lo que hay. En internet, las opciones son muchas. Nos identificamos con las personas que nos gustan, nos dejamos aconsejar o influir por ellos.
Si paramos a analizar nuestros gestos y opiniones, ¿seremos capaces encontrar algo nuestro? Algo que no sea del padre o de la madre, de un amigo o del último programa de actualidad... que salga de lo más profundo de nuestro ser, producto de nuestro pensamiento y conversación con uno mismo. Nos merecemos este diálogo interno, merecemos encontrar y valorar algo nuestro, así como valoramos las cualidades de los demás. Y quién sabe, a lo mejor así perderemos los hilos invisibles que dirigen nuestros movimientos.
Natalia
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