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El búho

Dibujo estilo Art Brut

 EL CUENTO DEL BÚHO

Hace mucho tiempo, en un pueblo casi en los confines de la Tierra, donde uno puede sentarse y mirar como los pies se le cuelgan sobre el vacío, vivía un hombre.

El hombre estaba cansado de la miseria y el hambre, de la maldad y avaricia humana, así que decidió ir al Bosque, a morir tranquilo. Así, como hacen los gatos. Cuando les llega la hora se van lejos de sus dueños, para que no les vean sufrir.

El hombre se fue decidido, dejando atrás todo lo que una vez quería.

Estuvo andando mucho rato por el Bosque, hasta llegar a un árbol milenario. Le pareció un buen sitio para morir. Se sumergió en la hojarasca, que recogió a su alrededor. Los colores vivos de las hojas, el olor a fresco, el canto de los pájaros le sorprendieron con su belleza, pero decidido a llevar a cabo su deseo, cerró los ojos, esperando que llegue el momento de irse...

Cansado, se durmió y en el sueño el árbol milenario le habló y le pidió su ayuda. Le contó que desde hace cientos de años la avaricia de los humanos pone en peligro la supervivencia del Bosque, cada vez hay menos árboles y animales. Al Bosque le cuesta recuperarse cada vez más.

Y el que más necesita su ayuda es el Búho Dorado. Queda una sola pareja en todo el Bosque, con tres polluelos. Corre el rumor, que les han dado la caza, por los poderes mágicos de sus plumas. Si los atrapan, estos preciosos animales desaparecerán para siempre. 

- Yo quiero irme, ya nada me retiene en este Mundo.

- Quédate, ayúdanos, te necesitamos.

Los primeros rayos del sol despertaron al hombre. El aire le acariciaba la cara, la hojarasca a modo de una colorida y calentita manta le cubría con mucho cuidado. Todo esto y el jaleo de los últimos preparativos de un otoño tardío le hicieron sentirse en casa. Era su hogar. 

Su corazón rebozaba de la felicidad. Entendía lo que decían los animales: como las ardillas de las ramas sobre su cabeza reñían por el territorio, como los pájaros revoloteaban aprovechando los últimos días antes de partir, como el osezno pedía a su madre no ir tan deprisa... La rueda de la vida giraba con una fuerza imponente, imparable.

El hombre seguía desfrutando de estas nuevas emociones, cuando una sensación de alarma empezó a tomar protagonismo, desplazando al segundo plano todo lo demás. El hombre se concentró en escuchar esta voz preocupada, que le decía, que cuatro hombres se acercaban al nido del Búho Dorado y que no había tiempo que perder.

El hombre respiro profundamente, sintiendo como se forma un viento que se hacía cada más fuerte. Estiró sus manos, moviendo los dedos y percibió como las hojas de los árboles se movían, siguiendo sus movimientos. De repente se dio cuenta que todas las criaturas estaban esperando sus órdenes, para ponerse en marcha. Cerró los ojos y los puso en marcha...

Los aullidos de los lobos, los guarido de los jabalíes, los gruñidos de los osos penetraron hasta la medula de los huesos de los cazadores y desembocaron un miedo terrible. Sus piernas corrían a una velocidad insospechada, alejándose del Bosque.

La primera batalla estaba ganada. Pero había mucho que hacer. Entre muchas ideas que empezaban a brotar en su mente una cogió protagonismo. Él aparecería en los sueños de los niños y otras personas de corazón puro tomando el aspecto del Espirito del Bosque, para despertar en sus almas la conexión ancestral con la Naturaleza. Este conocimiento podría viajar al rededor del Mundo en forma de cuentos y dibujos y ayudaría a la humanidad vivir en armonía con el Mundo que la rodea.

Natalia.



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