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El cuento de la Princesa y los Gigantes

Dibujo estilo Art Brut

 En la Tierra de Cuatro Soles vivía una Princesa, encerrada en un castillos contra su voluntad. 

Hace muchos años, cuando era solo un bebé, sus padres fallecieron y desde entonces vivía sola. Bueno, no del todo sola, vivía con los sirvientes, y, además, tenía un consejero. La niña estaba bien cuidada y alimentada, pero le faltaba el amor de sus padres.

Ella crecía sin poder salir del castillo. Pasaba todo el día mirando por la ventana, lo que era su único contacto con el exterior. Le gustaba observar el mundo que la rodeaba. Los años pasaban uno tras otro, cada vez más rápido, hasta llegar a su decimosexto cumpleaños. 

La joven esperaba este día con impaciencia. Según el consejero, el día de su cumpleaños un joven apuesto vendría para liberarla del castillo y la llevaría lejos.

Estando en la ventana, como siempre, notó como le quemaba la mano un rayo del sol, más intenso de lo normal. La Princesa levantó la mirada y vio , como uno de los Gigantes apartó su mano un momento para secar la sudor de su frente. El Gigante enseguida volvió a tapar el sol. Y un pensamiento inesperado visitó a la Princesa. ¿Y si el mundo no es así, como cuenta el consejero? ¿Y si los Gigantes no la tienen encerrada, sino la protegían?

La princesa volvió a mirar, esta vez con mucha atención, las manos que tapaban los soles de tal forma, que solo uno quedaba brillando en todo su esplendor. 

¿Cómo no se dio cuenta de esto antes? ¿ Y cómo podría? Si el consejero le contaba que sus padres han muerto por culpa de los Gigantes y cómo la Princesa quedó encerrada para siempre. Los Gigantes nunca la dejarían ir.

Solo ahora la joven se dio cuenta con cuanto cuidado los Gigantes se movían, protegiendo a la Princesa y sus campos del calor abrasador de los soles.

Sin pensarlo dos veces, la Princesa salió del castillo y se dirigió hacia los Gigantes. Eran enormes y aterradores, pero la Princesa decidió no tener miedo y averiguar la verdad. Por fin, se acercó a uno de los Gigantes, le saludó cortésmente y le preguntó sobre lo qué había pasado a sus padres. 

El Gigante, con mucho cuidado, la elevó a la altura de su cara y empezó ha contarle la historia de sus padres, como fallecieron en una tremenda tormenta, como el Gigante no llegó a tiempo para salvarles, pero les prometió de cuidar a su única hija. 

Cómo el consejero se inventó la mentira sobre los Gigantes, para mantener a la Princesa en el castillo, ya que no hay mejor carcelero que el miedo. 

Y que el mundo estaba esperando que la Princesa lo descubriera. Y que los Gigantes siempre velarían por ella, esté donde esté.

La Princesa se despidió de los Gigantes y, sin mirar atrás, caminó hacia el horizonte.

Natalia. 





























































































































































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