El monstruo tranquilo
El monstruo tranquilo, es el nombre que le puso Iñaki
a su obra.
El único protagonista es él, un animal con la cara humanizada. Se parece más a un toro, que a cualquier otro ser. Está tumbado, descansando. Pero la expresión de su cara confunde, parece que está dolorido, o enseña los dientes como señal de advertencia.
En este dibujo, como en algunos otros, se puede observar como el autor plasma una cualidad de un cuerpo u objeto a cierta distancia, llevando al nivel subconsciente su intención comunicativa. En este caso, el aspecto de la bestia y la combinación de colores elegidos nos llevan a pensar en un demonio en el infierno. La combinación intensa entre el rojo y amarillo es propia del fuego y reclama protagonismo en esta obra.
Las antenas en las puntas de sus orejas superan la función de un elemento puramente decorativo y sugieren que el animal tiene una conexión con el más allá.
Y el toque de verde, de sombra debajo del monstruo, se presenta como un intento apaciguador y tranquilizante.
El autor usa principalmente las líneas curvas, exagerando algunas de ellas, despreocupado por reflejar la realidad, a veces se aleja de las proporciones y la perspectiva esperadas, e invita nuestra mente añadir los elementos que echa en falta.
Este dibujo se ha ejecutado en varias fases: primero se ha elaborado el croquis que posteriormente se amplió y se coloreó. Si comparamos el dibujo final con su fase inicial podemos observar cómo han aparecido muchos elementos decorativos en bolígrafo azul: los ojos, los dientes, el hombro izquierdo y otras líneas y círculos.
Me gustaría encontrar algún día la respuesta a la pregunta si la cara de animal se dibujó de esta forma intencionadamente, o esta opción surgió a nivel subconsciente.
Posiblemente, el autor quiere invitarnos a pensar sobre nuestra relación con la naturaleza.
El único protagonista es él, un animal con la cara humanizada. Se parece más a un toro, que a cualquier otro ser. Está tumbado, descansando. Pero la expresión de su cara confunde, parece que está dolorido, o enseña los dientes como señal de advertencia.
En este dibujo, como en algunos otros, se puede observar como el autor plasma una cualidad de un cuerpo u objeto a cierta distancia, llevando al nivel subconsciente su intención comunicativa. En este caso, el aspecto de la bestia y la combinación de colores elegidos nos llevan a pensar en un demonio en el infierno. La combinación intensa entre el rojo y amarillo es propia del fuego y reclama protagonismo en esta obra.
Las antenas en las puntas de sus orejas superan la función de un elemento puramente decorativo y sugieren que el animal tiene una conexión con el más allá.
Y el toque de verde, de sombra debajo del monstruo, se presenta como un intento apaciguador y tranquilizante.
El autor usa principalmente las líneas curvas, exagerando algunas de ellas, despreocupado por reflejar la realidad, a veces se aleja de las proporciones y la perspectiva esperadas, e invita nuestra mente añadir los elementos que echa en falta.
Este dibujo se ha ejecutado en varias fases: primero se ha elaborado el croquis que posteriormente se amplió y se coloreó. Si comparamos el dibujo final con su fase inicial podemos observar cómo han aparecido muchos elementos decorativos en bolígrafo azul: los ojos, los dientes, el hombro izquierdo y otras líneas y círculos.
Me gustaría encontrar algún día la respuesta a la pregunta si la cara de animal se dibujó de esta forma intencionadamente, o esta opción surgió a nivel subconsciente.
Posiblemente, el autor quiere invitarnos a pensar sobre nuestra relación con la naturaleza.
Humanizar a los animales nos ayudaría quizás a empatizar y verlos
como iguales en el derecho de vivir y disfrutar de un medio ambiente sano. Y no
solo como comida, elementos de artículos de moda u objeto de ensayos.
Son una parte importante del mundo en que vivimos, comparten el espacio con nosotros y muchas veces lo enriquecen y aportan calidad a nuestra vida. Basta solo imaginar un parque sin los cantos de los pájaros, los veranos sin los sonidos de los grillos y las cigarras, o las primaveras sin el zumbido de las abejas y revoloteo de las mariposas. Impensable. Insostenible.
Nos asusta lo desconocido. Miremos, entonces, con la curiosidad, empatía y el respeto. Y quizás, en vez del morro veremos una cara, en vez de un rictus una sonrisa.
Natalia.
El dibujo invita a una reflexión profunda.
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