Enya
“Hace mucho tiempo, en un lugar lejano vivía una chica. Era como cualquier otra cría, iba al cole, ayudaba en casa y cuando podía jugaba con otros niños.
No llamaba mucho la atención de los demás y
esto le gustaba.
Nadie se metía con ella, hasta que un día un
grupo de chicos, más mayores que ella, empezaron a perseguirla, meterse con
ella e insultarla.
Nunca antes se había visto en esta situación,
por lo que no supo cómo reaccionar. Primero intentó ignorarlos y después quiso
escapar, pero todo era en vano. Los chicos estaban a punto de alcanzarla.
Enya sintió tantas ganas de gritar, insultar y
pegarlos con todas sus fuerzas, que se asustó de toda esta maldad que se
apoderaba de ella, pero se negó actuar de esta manera.
Por suerte por allí pasaba gente, así que los gamberros
tuvieron que retirarse.
Los siguientes días Enya los pasó mal, tan mal
que no pudo levantarse, ni comer. Estaba con fiebre y muy débil.
El medico de familia dijo que era un fuerte
resfriado, sin embargo, Enya sabía que lo que consumía era la rabia que decidió
no arrojar sobre los chicos…
Pasaron días y después meses, hasta que la
situación volvió a repetirse, esta vez nadie podía ayudar a Enya. La niña sintió
como una ola de rabia la cubrió por completo y sin darse cuenta tiró lo que
tenía en la mano contra uno de los gamberros. Lo que llevaba en la mano, era
una piedra… Dura, pesada y obediente.
Por suerte la piedra solo rozó al más alto de
todos, su orgullo sufrió más que su hombro. Todos los chicos se pararon,
sorprendidos por lo que acababa de pasar. La cara y la mirada de Enya trasmitían
que no se andaba con juegos y la siguiente piedra alcanzaría cualquier objetivo…
Se dieron la vuelta y nunca más molestaron a Enya.
A partir de entonces dos serpientes le
acompañaban a la niña.
Eran la agresividad y la rabia. Al principio,
cuando intentó esconderlas, se volvieron contra ella y la mordieron; y después,
cuando no supo controlarlas, se lanzaron contra los demás sin control y con una
fuerza arrolladora. Así que Enya no tuvo más remedio que aprender a convivir con
ellas, a comprenderlas y a controlarlas.”
Nuestros sentimientos son como animales: pavos
reales, suricatos, hienas, antílopes, leones, osos... Podemos quererlos, cuidarlos
o temerlos.
¿Y tú, sabes qué animal te acompaña?
Natalia.
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