Inspiración


En este dibujo se representa a una mujer fuerte y decidida, que lleva un guante formado por lápices, bolígrafos, goma y regla.

Los colores son vivos y llamativos, con elementos azules que cobran un protagonismo especial: un pequeño reservorio azul en la región del corazón que conecta con el azul del abdomen, el azul de los ojos de gata y los elementos azules en el hombro, pecho y guante.

Observamos otros elementos decorativos, como la aplicación de color en varias direcciones, un elemento verde que parece ser una chapa en el cuello, un trozo de telaraña en el pelo y otros detalles coloreados en lugares inesperados

“En tierras lejanas, donde el sol se desvanece cada tarde detrás de inmensas montañas de cimas blancas y resplandecientes, vivía una madre con sus seis hijos.

La vida de esta familia era dura. El padre de las criaturas partió a cazar hace ya unos años y no regresó.

La mujer estaba segura de que algo le había pasado, pero no perdía la esperanza de que algún día volvería. El hombre amaba a sus hijos, que se parecían a él como gotas de agua, con su pelo rojizo y cuerpos esbeltos, como oronjas.

Durante muchos meses, la mujer lloraba todas las noches hasta quedarse dormida. Hasta que un día decidió guardar sus lágrimas y no llorar más. Su corazón y sus ojos se volvieron azules.

La mujer trabajaba día y noche para sacar adelante a su prole. Los niños le ayudaban, porque su madre les contaba cuentos espectaculares. Tal era la imaginación de la madre que los niños no eran conscientes de la realidad en la que vivían; sus vidas estaban llenas de magia.

Cuando recogían leña para el fuego, imaginaban que era para calentar el castillo en el que vivían. Cuando recogían setas y ballas, estaban buscando tesoros escondidos por los duendes.

Los niños también jugaban, observaban la naturaleza e inventaban sus propios cuentos. Luchaban con palos como si fueran espadas y saltaban alrededor de su madre como potros salvajes.

Les gustaba observar a las hormigas y contar el cuento sobre el Reino invencible de la Reina Invisible. Observaban como cazaban de los lobos y los zorros, imaginando que eran barbaros que invadían los Pueblos de Ciervos y Conejos.

Cuando observaban las luchas de urogallos, imaginaban que eran justas de los caballeros.

Cada noche, antes de dormir, cantaban una canción, rogando al Sol que cuidara a su padre y a la Luna que guiara sus pasos de regreso a casa.

Un día, un viajero apareció ante su puerta, diciendo que una preciosa melodía lo había llevado hasta allí.

La mujer enseguida reconoció a su marido. Las lagrimas de alegría le impedían hablar.

El hombre les contó que, hace tres años, unos bandidos lo habían atracado y le robaron todo. Por los golpes recibidos, perdió la memoria, pero por alguna razón sabía que tenía que ir hacia las montañas donde cada tarde se desvanecía el sol.”

Natalia

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