Espejos mágicos

Dibujo estilo Art Brut

Este dibujo rebosa color y luz, representando a una persona frente a los espejos mágicos que reflejan su imagen en diversos contextos.

La mezcla de colores es particularmente llamativa, acentuada por el contorno trazado con un bolígrafo azul. Además, se destaca el sello distintivo de Iñaki: los ojos se plasman mediante elementos decorativos únicos para cada personaje.

Esta imagen nos invita a reflexionar sobre el hecho de que algunos de nosotros nunca nos conoceremos completamente. ¿Cómo somos realmente? ¿Qué necesitamos para ser felices?

"Mi madre es la persona que más historias y cuentos conoce. Cada noche, antes de dormir, me inventaba uno. Mi favorito era el cuento de los espejos mágicos. Trataba sobre un niño triste y enojado que, un día, descubrió una habitación llena de espejos mágicos. Estos espejos lo ayudaron a comprenderse a sí mismo y a descubrir qué lo hacía feliz.

Era un cuento hermoso. Mi madre describía con detalle la habitación y cada espejo, pero de vez en cuando añadía algo nuevo a la historia.

Un día, cuando tenía unos 5 años, llegué a casa muy enfadado porque mi mejor amigo había pinchado mi pelota. Sabía cuánto quería esa pelota y, aun así, lo hizo.

Mi madre intentó calmarme, pero al ver que no escuchaba sus argumentos, me preguntó si quería visitar la habitación de los espejos mágicos.

Me quedé sin palabras, pues creía que esa habitación solo existía en sus cuentos.

- ¿Y si no sé salir? - pregunté.

- No te preocupes, cariño. Te sostendré de la mano durante todo el viaje, y cuando quieras volver, solo tendrás que apretar mi mano.

Parecía sencillo.

- De acuerdo, mamá. ¿Dónde está la habitación de los espejos mágicos?

- Está en tu mente. La conoces muy bien y sabrás cómo usar los espejos.

Mi madre me tumbó en el sofá del comedor, me tapó con una mantita y me preguntó si estaba cómodo. La verdad es que sí, estaba muy bien. Me acuerdo de que ya empezaba a calmarme; estaba cómodo y un poco cansado. Mi madre me cogió de la mano y dijo que podríamos empezar.

Cerré los ojos e imaginé cómo abría la puerta de esa habitación. Era tal como la describía mi madre. Había muchos espejos en las paredes. Quedé fascinado porque podía ver cualquier día de mi vida. Llamó la atención una imagen en la que me veía llorar desconsoladamente. En aquel espejo, mi madre me hablaba y acariciaba, intentando calmarme. Era muy pequeño, sin dientes, todo rojo, llorando a todo pulmón. ¡Qué feúcho era!

Observé un poco y después decidí tocar a este llorón. Para mi sorpresa, mi mano entró en el espejo y ya estaba dentro del bebé. Sentí cómo me dolía la barriga, estaba enfadado porque mamá no entendía lo que le decía; mis manos y pies se movían sin parar. Empecé a sentirme un poco mejor, incluso comencé a oír sus palabras. No entendía nada de lo que decía, pero su voz y su sonrisa me hacían sentir mejor.

Salí de ese espejo para buscar el que me interesaba, el que reflejaba el día de hoy. Lo encontré más a la derecha, a la altura de mis ojos.

Vi cómo Jaime chutaba la pelota y cómo rebotaba debajo del tejado. Me acerqué para verlo mejor y pude apreciar que allí mismo había un clavo, el culpable de que la pelota reventara. Miré a mí mismo y a Jaime. Yo estaba muy enfadado, gritando y gesticulando; después me senté en el suelo para llorar por la rabia que sentía. Jaime estaba a mi lado, llorando también, disculpándose todo el rato, pero yo no lo oía.

Sentí mucha vergüenza al verlo. Mi mejor amigo estaba muy arrepentido y yo lloraba por la pelota. Era una pelota muy vieja, desgastada, incluso un poco fea. Viéndolo a través del espejo, comprendí que fue un accidente y que simplemente llegó el momento de comprar una pelota nueva. Se lo voy a pedir a mi madre.

Apreté la mano de mi madre y abrí los ojos.

 - Me voy! ¡Tengo que hablar con Jaime!”

Natalia.

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