Lara y Leo
Este dibujo capta la mirada por su gama de colores, dominada por una rica variedad de tonos marrones y azules. Las líneas desafían el espacio, separando y uniendo los elementos, fascinando con su insolencia.
En el primer plano, se observa la pierna de
una joven, que cuenta con tres púas en el talón. Da la impresión de que la
joven está flotando, sin tocar el suelo.
El segundo plano está dominado por un perro
grande y peludo, que se muestra tranquilo, descansando, pero al mismo tiempo,
observando todo con atención.
“Lara
era una niña muy tímida y solitaria. Se consideraba fea debido a las continuas
burlas de sus compañeros de clase.
Un día, al volver del colegio, escuchó un
quejido que provenía de detrás de unos arbustos. Al acercarse, encontró a un
cachorrito pequeño y peludo, con signos de golpes y heridas en su cuerpo.
Con cuidado, la niña se acercó al cachorro y lo
cogió entre sus brazos.
-Tranquilo, Leo, todo irá bien. Yo te cuidaré-
le susurro.
Desde hacía tiempo Lara les pedía a sus padres
tener una mascota, pero ellos se oponían rotundamente.
Al ver como la niña sostenía con ternura esa bola
de pelo y lo protegía con sus manitas, los padres no se atrevieron a decirle
nada. La ayudaron a preparar una cama
provisional para el cachorro y a curar sus heridas.
Lara alimentó a Leo y se quedó a su lado hasta
que él se quedó dormido. El cachorro se sobresaltaba de vez en cuando, pero
poco a poco su respiración se calmó y cesaron sus gemidos.
La vida de Lara cambió desde aquel momento. Ya
no se sentía sola. Cuidar de Leo se convirtió en su mayor preocupación. Cuando
el cachorro se recuperó, empezaron a salir para jugar y dar largos paseos.
El perro crecía grande y fuerte, y nadie de su
colegio se atrevía a meterse con ella.
El tiempo pasó rápido. Lara es ahora una mujer
joven. Tiene amigos y nunca se siente sola. Sin embargo, últimamente le
preocupa Leo, ya que es más viejo y salir de paseo le cansa.
Hoy, como siempre, pasean, disfrutando del
frescor de la mañana y mojando los pies en el Mediterráneo. El cielo es azul
turquesa, sin nubes, presagiando un buen día de verano.
Leo se sienta, observando a los transeúntes.
Lara, en un gesto de complicidad, rodea al peludo amigo con sus piernas y empieza
a jugar con su melena. Sus dedos se sumergen en los largos mechones dorados, acariciándolos
con ternura.
Leo disfruta de la atención, pero permanece
alerta a lo que sucede a su alrededor. Sabe que su tiempo es limitado, que debe
encontrar un nuevo compañero para Lara, alguien que llene de amor su corazón y
alivie su dolor cuando él ya no esté.”
Natalia.
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