Patidifusión
En cada dibujo de Iñaki, podemos descubrir su percepción de la belleza. En este en particular, observamos un elemento decorativo inesperado: un animal cuya forma recuerda a un sapo.
Como elementos de cohesión, destacan los numerosos
círculos y el color rosa, presente en el sol, los ojos y las orejas del sapo,
así como en el rostro y el cabello del chico.
Llama la atención el contraste entre los
elementos lineales y toscos de la cabeza del sapo y los trazos suaves del
rostro del joven.
A Iñaki le gusta experimentar con la dualidad,
donde un mismo elemento puede tener dos funciones: por ejemplo, los mechones de
cabello del chico podrían ser también las patas del animal.
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"Hace muchos años, tantos que no hay meollo que
guarde fecha aproximada, en una tierra asolada por continuas sequías, un joven
extraño entró en una taberna con un sapo en la cabeza. La gente lo miró patidifusa y el dueño de la taberna intentó echarlo, insultándolo y empujándolo,
pues no servía a monstruos.
De repente una voz gastada por los años cortó
el murmullo y los insultos: “¿Acaso no recordáis la profecía? Un joven con un
sapo en la cabeza traerá la lluvia y devolverá la prosperidad a estas tierras”.
El anciano proclamó al joven como invitado de
honor y pidió que lo trataran como tal.
Tras ofrecerle comida y descanso, los
habitantes lo invitaron a la plaza del pueblo para hablar sobre la lluvia.
El joven, agradecido por la hospitalidad,
explicó que no tenía nada que ver con la profecía y no sabía cómo invocar la
lluvia. Contó cómo había salvado al sapo de un ave rapaz y cómo, desde
entonces, el sapo se había instalado en su cabeza. Aunque parecía que podían
comunicarse, no sabía más.
El anciano pidió al joven que preguntara al
sapo cómo invocar la lluvia.
-Croar, croar…”- comenzó a cantar el sapo,
moviéndose en la cabeza del joven.
-Primero, debéis limpiar los barrancos y
estanques para que pueda acumularse el agua -traducía el joven- y también
tratar la naturaleza con respeto. No sois sus dueños…
Hasta la amanecida, el joven y el sapo respondieron
a las preguntas del pueblo incrédulo y atribulado.
Al despuntar el día, el anciano apostilló: “No
podemos seguir como antes, debemos seguir la profecía y hacer lo que dice el
joven. ¡Manos a la obra!”.
Todos los aldeanos, jóvenes y ancianos, incluso
niños trabajaban sin cesar varias semanas hasta limpiar y acondicionar los
estanques. El joven era uno más, ayudaba en lo que podía. Durante ese tiempo,
las antiguas leyendas e historias circulaban entre ellos, todos cantaban y
reían. Finalmente, la esperanza volvió a estas tierras.
Una noche, una lluvia tranquila y generosa
comenzó a caer, devolviendo vida y tranquilidad a la gente.
El joven ya no era un monstruo, sino la
leyenda de ese lugar.
Por fin, había encontrado su sitio."
Natalia.
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