Iñaki se desenvuelve muy bien con una paleta
limitada. Es capaz de sacar el máximo partido a pocos colores, como en este
caso. A primera vista, solo se detectan dos, pero un análisis más atento revela
que en realidad son cuatro: la pupila es amarilla, la piel es rosada, y el rojo
y el verde se utilizan para resaltar ciertos elementos del rostro o del entorno
de la persona representada.
En el dibujo se aprecian elementos muy
característicos, como la forma asimétrica de los ojos, o el contraste entre
líneas rectas —cuidadosamente aplicadas— y otras más caóticas y rápidas.
En conjunto, el cuadro transmite una especie
de confusión o lucha interna: una tensión entre la libertad (o el caos interno,
elegido) y el orden impuesto por el medio externo.
¿Cómo resistirse al mundo?
¿Es realmente necesario cambiar?
¿Me gustará mi nuevo “yo”?
Natalia.
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