En este dibujo abstracto, los detalles se
desvelan solo ante la mirada paciente del espectador, quien descubre, casi con
asombro, cómo lo cotidiano se transforma en símbolo. La copa del árbol, que
parece expandir su sombra en forma de luz, adquiere un carácter casi
metafísico, como si irradiara energía en lugar de ocultarla. La sombra amarilla
y el cielo teñido de un rojo intenso evocan una atmósfera onírica, cargada de
tensión emocional.
El mundo de Iñaki se revela aquí profundamente
personal, un espacio donde lo real se disuelve en líneas dinámicas y colores
vibrantes.
Natalia.
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