Este fantástico cuadro abstracto nos sumerge en una sensación de tránsito entre la vigilia y el sueño, un espacio donde nada es lo que parece.
De la mezcla de tan solo dos colores surge una armoniosa combinación de líneas que se agrupan en parches, revelando poco a poco una silueta humana.
A medida que nuestra mirada avanza sobre el lienzo, se distinguen los ojos, la nariz, la boca, el cabello y la nuez de Adán. Para descubrir la mano es necesario dejar volar la imaginación.
En un segundo recorrido se revelan los hombros, una flecha oculta en el pecho y la firma del artista.

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