En esta metáfora visual, un rostro humano emerge revestido de colores y formas deliberadamente antinaturales, superpuestos en una composición tan inesperada como sugestiva.
La fragmentación del semblante en volúmenes
definidos le otorga un aire de máscara ritual, que destaca con fuerza frente al
fondo suave y difuminado que lo envuelve.
Los tonos intensos —naranjas, verdes,
violetas, rojos y marrones— junto a las líneas y contornos casi geométricos
evocan la vitalidad del fovismo y la libertad gestual de ciertos pasajes
expresionistas.
El conjunto transmite energía, emoción y una
espontaneidad vibrante, como si la obra capturara un impulso creativo en pleno
movimiento.
Natalia.

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